¿Estudias o trabajas? Preguntas tan básicas de hombres tan básicos cuando quieren acercarse a una mujer, como si una condición excluyera a la otra, me decía Ángeli un martes por la tarde, cuando conversábamos sobre las dificultades o beneficios de trabajar mientras se está estudiando, además de las implicaciones reales y directas sobre la manera de concebir el mundo.
Y ella continuaba: la búsqueda constante entre el equilibrio laboral y académico no es nada sencillo, tener que llegar cansada, casi rendida a la casa a preparar el almuerzo del siguiente día, a leer las copias, porque siempre hay algo por hacer, algo por leer, etc., y yo digo ¡mierda, qué conveniente me vendría un día de más que sea 36 horas! pareciera que el día junto con la noche se van y yo no logro alcanzarlos.
Durante la mañana, cuatro días a la semana se pintaba una sonrisa en el rostro mientras permanecía detrás de una caja registradora, y como si le dieran play a un disco en ella, una retahíla se recitaba ya casi de manera inconsciente Buenos días, tiene tarjeta puntos para luego finalizar desea comprar una gotica, mientras en las palabras de Ángeli aparecía un sentimiento de indignación su mirada se mostraba a la vez resignada y sus manos decían: no tengo otra opción, y yo en silencio, y a veces ya no eran solo goticas sino: que un bono estudiantil o un bono pa’ mercados, bonos de lo que sea para colaborar con cuanto damnificado va apareciendo, y eso no es que esté mal, todo lo contrario, pensar en que es posible ayudar a alguien que lo necesite me parece un sentimiento fundamental, lo deprimente del asunto es que a los que nos toca poner la cara es a los que estamos detrás de la caja, nos obligan a vender cierta cantidad de esas benditas goticas o bonos pendejos o si no, no somos empleados eficientes, luego prescindibles. Sus palabras una detrás de otra hilaban una historia que se repite en y tantos personajes que como ella juegan a vivir, y que como lograba entenderle, no tienen otra opción.
¿Y la academia?, le pregunté, “todo está cuadrado, solo puedo ver cuatro o tres materias por semestre, y prefiero no pensar en el tiempo que me gastaré en terminar la carrera, y ¿quién creyera?, así, como las tortugas, ya voy en quinto semestre y cuando me gradúe estoy segura de que todo, de alguna manera, será más tranquilo”. Se ríe mientras recuerda la pregunta que hacen algunos hombres cuando intentan coquetear, a la que ella se refería al inicio de la conversa y dijo con cierto tono burlón, lo que hace falta es contestarles con un ¡y a usted qué le importa! Respuestas agresivas disminuyen las preguntas tontas, nos reímos un rato, miramos la hora y ella tenía que irse, el día ya le había cogido ventaja.
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